En el año 1997, el 11 de noviembre,
murió un adolescente que desde los primeros años de su vida fue afectado por
una parálisis cerebral muy severa. José Calasanz Castillo Rodríguez, a quienes
todos llamábamos Chiqui tenía rigidez en sus brazos y piernas. De hecho para
movilizarse debía de hacerlo en una silla de ruedas. Precisaba de ayuda para
prácticamente todas las actividades del quehacer cotidiano.
En el 1995 vivimos una hermosa
experiencia al acercar a Chiqui al conocimiento ya que había dejado de ir al
colegio por su condición de discapacidad.
Recordamos haberle mostrado un atlas
mundial donde se plasmaba el sistema solar. Le repetimos varias veces el nombre
de los planetas y al día siguiente, cuando le preguntábamos en qué posición del
sistema estaba un planeta equis él con mucho esfuerzo trataba de señalarlo con
sus manos agarrotadas.
Chiqui tenía muy poca movilidad pero
sin embargo, su mirada risueña y su sonrisa perenne no tenían ningún tipo de
rigidez. Mostraba su complacencia cuando se veía rodeado de personas y cuando
conversábamos con él. Aunque no podía hablar transmitía sus sentimientos de una
manera muy clara.
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