Un día como hoy, en el año 1923 nació
Rufino Cruz y Disla, llamado por algunos, Rufino De la Cruz. 37 años después
pasaría, erróneamente, a las páginas de nuestra historia como un simple chofer
que “por mala suerte” acompañaba a las hermanas Mirabal en aquel fatal viaje a
Puerto Plata durante cuyo retorno recibieron la muerte de parte de los esbirros
de Trujillo. Y, junto a ellas, cayó Rufino.
Como otra parte de la historia infame,
en el periódico El Caribe, del 27 de noviembre de 1960 se lee un titular: “Tres
hermanas pierden la vida junto al chofer tras éste perder el control del jeep
en que viajaban”. O sea, que fue acusado de ser un mal conductor.
La historia de Rufino es muy diferente.
Es un héroe desconocido que por no pertenecer a la clase de la élite dominicana
ha querido ser dejado en el anonimato.
En nuestro Blog queremos rendir
homenaje a este “magnífico joven” como lo llamaron Manolo Tavárez y Leandro
Guzmán esposos de María Teresa y Minerva cuando se enteraron de que él había
tenido el valor suficiente para acompañarlas en lo que sería su último viaje.
También te dejamos los poemas que
interpretó el grupo de “Teatro Biblio”, de la Biblioteca Nacional Pedro
Henríquez Ureña, en su obra de teatro “Algo Nació en Noviembre”
“Tu eras solo el amigo”. Iván García
Guerra.
Tu cena te espera en la mesa
de siempre,
Que es la mesa
Del ya nunca jamás.
¿Qué sucedió con ella?...
Me refiero al almuerzo
O al simple tentempié
Para hacer el camino;
El que debió esperar
Sin tener esperanzas
De cumplir su destino
Quién sabe cuánto tiempo.
Nadie la disfrutó, ¿cómo dudarlo?
Primero fue la espera
Que el respeto obligaba
Para el papá en la casa,
Para el esposo ido...
Y luego la noticia
Que con dura presencia
Dio el espacio al olvido
De su muda presencia.
El terror puso un no
En las bocas acalladas
y en las conciencias dormidas
Por la nana del espanto;
ningún hombre se arriesgaba
a llevar las muchachas
donde sus maridos recios;
cualquiera diría por eso
que los bravos de Ojo de Agua
estaban muertos o presos..
Pero aún quedaba uno,
que ofreció sus servicios
sin pensar en peligros,
enfrentando el destino,
que hizo suyo el camino
hacia la cárcel lejana..
Cruz y Disla, apellidos;
y Rufino tu nombre;
hombre al borde del campo,
laborioso y sencillo.
¿Que fue de tu destino?, repito,
y lo digo por la cena;
más también por el otro;
por el tuyo Rufino.
Delisa, tu mujer te previno
del peligro rampante,
y no hablaba de curvas
serpeando sobre abismos;
esos detalles físicos
ya los habías aprendido
en numerosos viajes;
hablaba de la suerte
que siempre ha sido amarga
para humanos rebeldes.
Al menos come algo.
“No, no, no puedo ahora;
hay maridos que esperan sus esposas
y hay amigas que esperan al amigo;
es también el camino muy largo
y el peligro amenaza entre las
sombras.
La comida puede esperar.
¿Qué fue de tu cena,
Y que fue de ti, Rufino?
Aunque ambos preteridos,
ya el amigo no sería
un forastero en la historia.
Y quiero hablar de la ausencia que no tiene remedio,
que se irá convirtiendo en congelado
olvido,
no importan los esfuerzos
que saquemos de adentro para
guardarlo vivo.
Ese olvido comenzó ese día de
noviembre;
veinticinco del año sesenta del
vigésimo siglo.
Se habla de la memoria
de aquellos que no se olvidan
de los héroes que escribieron
con su sangre nuestra historia.
Tu nombre fue pequeño, campesino;
tu apellido vulgar aunque divino a
medias,
más te has quedado detrás,
tímidamente,
tal si hubieras querido que así
fuera:
porque eran ellas las que
importaban;
tú eras sólo el amigo.
Mas tu solidario espíritu traspasó
las barreras
que forjó cobardía;
¿Quién sabe si temiste? ...
¡¿Y quién no?!...
Pero aún así fuiste
a cumplir un deber
que tu mismo te imponías.
No faltará quien diga
que no sabías del peligro;
que eras un conductor;
(chofer suena aun más chiquito,
si quieren denigrarte)
o que fuiste sólo por que te
pagaban;
que no eras nada,
que tan solo te tocaba la desgracia
en ese día.
Y el que lo diga no sabe
que nunca se “conoce” la desdicha;
ni se presiente o se augura.
porque los protagonistas
de la vida o la historia
no está procurando serlo;
simplemente se dedican,
son fieles, a lo que creen
y creen en lo que defienden,
ya sea un cosmos o un idea,
una patria o una familia,
el honor o simplemente
la amistad.
Además de la cena sobre la mesa
te espera en tu casa la justicia a
tu memoria;
te aguarda el mote de héroe.
¿Porqué quieren negarte el tercer
apellido?,
No lograrán hacerlo,
puedes estar seguro:
ya es tu nombre ganado
desde que viniste al mundo
con tu espíritu crecido.
Y lo diste a conocer
con la decisión tomada,
de cumplir con tu palabra
que empeñaste.
ofreciendo junto a ellas
sin pensarlo dos veces...
y tranquilo...
tu propia vida.
Héroe... ¡Héroe Rufino!
Elegía sexta. Aída Cartagena Portalatín
¡Dame valor justicia que esperamos!
Quiero aclararme el cuerpo, el alma,
la conciencia.
Quiero recordar llorando cuatro
muertes:
Fieles a los tres esposos en la
cárcel
apresados volvían de Puerto Plata.
Era noche de Noviembre allá arriba
en la montaña.
Por un camino al abismo el Tirano de
la Muerte
seguía las tres hermanas.
Junto a dulce-claro-arroyo con olor
a junco y musgo
(sombras, fantasmas, desvelos).
Sin luz en aquel silencio fueron
inmoladas ellas.
Sin socorro, sin defensa
cayeron las tres hermanas
para levantarse luego.
Las hijas, ¿dónde están?, digan...
Un clarín entre la yerba responde:
¡Inmortalidad!
Por querer la patria libre el abismo
está doblando.
Escudo, bandera y pueblo
con lágrima y corazón a las hermanas
levantan.
El símbolo de Justicia
con acusador silencio
no vacila bajo el cielo.
Dolor, cárcel y látigo darán un
color al tiempo.
¡Cobarde, muerte trágica!
Cayeron las tres hermanas para
levantarse luego.
¡Oh Cristo de los milagros echa
flores, echa flores!
Palmas y maíz crecido,
la mujer, el hombre, el niño,
madre, esposos e hijos lloran por
las tres hermanas
que el Jinete de la Muerte lanzó en
Noviembre al abismo.
En un caballo de hierro viajó esa
noche la muerte.
El Jinete era el Tirano. ¡Música,
tambor, bandera!
¡No muere la Libertad!
Levantadas para siempre cayeron mártires:
Patria, Minerva, María Teresa.
Y que nadie olvide tu labor de
chofer Rufino Cruz y Disla.
¿Qué hacemos con tu muerte?
¡Envolverla también con tu bandera!
Dejarte junto a ella, a la
intemperie
como una piedra de mármol levantada
que recuerde el aullido de la noche
de bestias,
que recuerde los látigos,
los golpes y las querellas
provocados
Por la nefasta jauría que
interpretaba el mandato
inmolando a las niñas de la Patria,
inmolándote Rufino de la Patria,
gloria a ti heroico conductor.
Deja que te sofoque la alabanza.
¡Deja que te abrigue tu
bandera!